¡Ay de mí! El laberinto parece no
tener fin, vuelvo a girar a la izquierda y... No hay salida.
Por
momentos oigo gritos distantes pidiendo ayuda. En otras oportunidades las voces
están tan cercanas que pienso que voy a chocar con alguien en cualquier recodo,
pero no. Sigo mi lenta recorrida por esos pasillos que giran ora derecha ora
izquierda.
Llego
a un pequeño lugar, allí el sendero que seguía se divide en tres ¿y ahora?
Espero un minuto, dos, cinco. Al ver que nada sucede elijo uno de los caminos y
prosigo ese extraño derrotero por aquel interminable laberinto.
Años
después un hombre llega al lugar exacto en el que me quedé parada aquella vez.
Espera un minuto, dos, cinco y un extraño y maravilloso aroma llega hasta él.
Decide seguirlo e ingresa con esperanza por el mismo pasillo que yo recorriera
hace tanto, tanto tiempo.
En
ese preciso instante todas las dudas obtienen respuestas. Cuando ya ni siquiera
soy un recuerdo, mi esencia permanece. Hay de mí un halo misterioso de
esperanza que lo guiará en el devenir de
la vida.