Caminando
por aquel pueblo que habité de pequeña, de un salto me trepé a mis recuerdos y,
sin darme cuenta, fui niña nuevamente.
…
Salgo
de mi casa, como cada mañana, con el único objetivo de llegar al colegio. El
camino es corto: una cuadra y ni siquiera media. Pero cuantas cosas pueden
vivirse en ese trayecto.
Al
llegar a la esquina encuentro una moneda. Pienso en regresar y correr hasta el
kiosco y peluquería de “Don Ciudad”. pero desisto de la idea. Doblo y cruzo la
calle, a pesar de que la escuela esta en la misma manzana en la que vivo. Pero, convenientemente,
en frente está el negocio del abuelo que me ve entrar y rascando su cabeza
pregunta:
¾ ¿Qué hacés que no estás en
la escuela? ¾
¾ Abuelo, abuelito pasé a darte
un beso. Además encontré una moneda y quiero una golosina ¾ le explico
Mirándome, frunce el ceño y me lanza
su famoso ¾ Me cache en Dié ¾ y sonríe ¾ ¿qué querés? ¾
¾ ¿Para que me alcanza? ¾
¾ Vos elegí ¾
¾ Bueno ¾ respondo entusiasmada
¾ Dame… un bocadito Holanda,
una Tita, un chupetín con sorpresa, un paquetito de Manon de 4… ¾ Me callo cuando oigo las
carcajadas del abuelo.
¾ ¿No te parece mucho? ¾ Me pregunta
¾ ¿Qué? ¿No me alcanza? ¾ le suelto con toda la
inocencia de de mis seis años.
Mirándome
con ternura me da las galletitas y el bocadito y me dice ¾ Guardate la moneda,
ahorrala ¾ Lo
lleno de besos y me marcho contenta con mis tesoros.
Frente
a la casa de Rodríguez está parado el camión, me trepo al estribo para ver
mejor ¡Buenísimo!. Sigo camino. Empujo la puerta de la mercería de Doña Pía.
¾ Hola Kuqui, ¿Cómo está la
abuela? ¾ me dice
¾ Bien ¾ le respondo. (¿cómo va a
estar?)
¾ ¿Necesitás algo? ¾ me pregunta la viejita
¾ Todavía no, pero más tarde
sí. La abuela me está haciendo un vestido y necesita unos botones y un cierre
y… yo pasé a ver si había. ¾
¾ Si, casualmente, tengo
botones y cierres de todos los colores ¾ dice sonriendo
¾ ¡Ah! bueno, después le
aviso a la abuela. Chau ¾
Salgo
haciendo sonar nuevamente la campanita de la puerta (que es la causante y el
motivo de mis continuas visitas a la mercería). ¡Que paciencia doña Pía! Al
salir, la veo a Marina en la vereda de enfrente. Cruzo la calle corriendo.
Tropiezo. Casi me mato. Nos reímos a carcajadas hasta que oímos el llamado a
clases. (Una campana que no nos gusta tanto cuando estamos entretenidas).
Entramos
a esa escuela enorme. Con ese gran patio. Nos formamos. Saludamos a la bandera
e ingresamos a las aulas a aprender a leer, a escribir, a sumar, a restar, y tantas otras cosas interesantes
como compartir, debatir, discutir, defender lo que creemos justo, a
equivocarnos, a perdonar, a hacer amigos… a vivir.
Como
en una película todo se desvanece. Tomo conciencia que estoy parada frente a la
puerta de esa pequeña escuelita (¿Cómo haríamos para caber todos en ese patio
tan chico?)
Con
el correr de los años se pierde la perspectiva de las cosas que hace mucho que
no vemos. En especial del tamaño. Pero otras cosas nunca cambian. Hice,
caminando lentamente, el añorado recorrido a ¾ esa ¾ que era mi casa, evocando
cada momento vivido y recordando a aquellas personas tan queridas que hoy ya no
están, pero que dejaron grabadas sus acciones en mi vida y, bajando la vista (como
si Dios quisiera decirme algo), encontré una moneda en la esquina.
3 comentarios:
Publicado en la Antología "Entrelazados" de Editorial Dunken
Que lindo mi querida amiga...es muy bello recordar las cosas de la infancia...y muy bien contadas!!!
Besotes de tu admiradora!
Gracias Eliane, por estar siempre
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