sábado, 10 de abril de 2010

Sentidos




Parece mentira que ya no pueda percibir la luz que irradiaba. Recuerdo que debía bajar la mirada para no enceguecer, mis ojos lagrimeaban sin razón y mis pupilas, contrariamente a lo que suele ocurrir, se dilataban ante su luminosidad.

Es increíble que hoy, al tenerlo cerca y cerrar los ojos, no posea esa sensación que aún recuerdo. ¡Su perfume! Que no llegaba a mí como cualquier aroma, simplemente inspirando, sino que parecía ingresar por cada poro de mi piel. Cientos, miles, millones de microscópicas fosas nasales sólo percibiéndolo. Mi cuerpo entero se estremecía.

¡Sus besos! Aún puedo saborear la miel que manaba de sus labios. Su lengua... La mía. Era como estar muriendo de sed y de pronto morder una pera madura que, simplemente se deshace en la boca, llevando a nuestro interior un torrente de placer. ¡Sublime!

Todavía puedo oír los susurros de su corazón hablando al mío en la intimidad de nuestro cuarto. Sonidos, caricias, piel con piel, humedad, regocijo; y sin embargo, abro los ojos, lo veo y todo desaparece.

Todos mis sentidos se enfocan en algo más profundo, capaz de anular mis sentimientos...

¡Qué poderosa es la traición!