El reloj dejó de funcionar. Su máquina
corazón se detuvo. Marcó la hora, los minutos, los segundos exactos. Uno de los
golpes lo dejó inerte para siempre. Una aguja señala al poniente y la otra a su
asesino. La sangre inunda su quieto universo. Ni él, ni su dueño llegarán a la
cita…