
¡No podía parar de correr, ni pensar en detenerse! Sentía los latidos de su corazón en sus sienes palpitantes. Su respiración cada vez más agitada, sus ansias de gritar ahogadas en la garganta.
Los pensamientos se agolpaban en su mente. ¿Qué haría?, ¿confesaría su pecado? Era un niño, pero comprendía que había robado.
- Robar es malo - decía mamá. - ¡No robarás! – decían en la Iglesia.
- Robar es pecado - .
¡Dios! ¡Qué cansado estaba!, se detuvo y trató de ordenar sus ideas, - ella..., ella también era culpable-. Él no lo hubiera hecho si ella no hubiese estado allí, incitándolo, provocándolo. Si... él era culpable, pero ella también lo era.
Tomó una decisión, confesaría su pecado, pero ella debería asumir su culpa. Él jamás había robado antes, ésta era su primera vez y él, él no sería condenado por robar...
Tan solo un beso.