lunes, 3 de mayo de 2010

Vida - Muerte


Plácida mañana, fulgurante sol, los caminantes gozosos por el bosque. Pequeñas gotas de rocío, aves canoras de brillantes plumajes, ardillas juguetonas; mi mirada extasiada.

El agua del río a la temperatura exacta, traviesos jóvenes con fugaces chispas de inocencia en los ojos y pícaras miradas, pescadores en pequeños botes rebosantes de peces (ahora pescados). La sonrisa en mis labios.

Una joven pareja, un mullido césped, labios sobre labios, con entorno inexistente. Paz. Armonía.

Yo, ¡La vida!

De pronto un extraño sonido. ¡Ojos asombrados! Pájaros alborotados. Silencio roto. Explosión, fuego... Alaridos, sollozos..., cuerpos consumidos, árboles ardientes. Letras sueltas en un cartel quemado. HIROSHIMA.

Yo, ¡La muerte!