
Con la palabra azar rige estas cosas
el odiarlo, el adorarte sin medida,
el alejarte de mi lado
y el acercarte a mis sueños,
el permitir que te ocultes
entre las estrellas
y el no poder hallarte.
¿Dónde estás mi Dios humano?
Ven a mí…
¿Estás en el hueco de las manos de aquel
que necesita del agua y no la implora?
Tal vez en mi sangre, fielmente abrasada,
quizás dentro del horizonte
que aprisiona los ocasos.
¿Dónde estás?
Adentro parece como si el corazón
implosionara mil veces.
Afuera parece como si
multitudes de caballos se acercaran.
Ven a mí.
Despierta los gritos
que duermen en las gargantas.
Haz aflorar las pasiones…
Desnuda los sentimientos en carne viva.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
que seas mi Dios.
Levantarte un altar y llenarme de ti
Ser feliz…
¡Prodigiosa blasfemia!