El silencio se cuela entre las cortinas
¡Cuanta bruma en la soledad!
¡Cuanta inquietud bajo mi falda!
Un murmullo me rodea, me asfixia, me hiere.
Grito con todas mis fuerzas y él se aleja,
hasta la próxima visita…
Con la palabra azar rige estas cosas
el odiarlo, el adorarte sin medida,
el alejarte de mi lado
y el acercarte a mis sueños,
el permitir que te ocultes
entre las estrellas
y el no poder hallarte.
¿Dónde estás mi Dios humano?
Ven a mí…
¿Estás en el hueco de las manos de aquel
que necesita del agua y no la implora?
Tal vez en mi sangre, fielmente abrasada,
quizás dentro del horizonte
que aprisiona los ocasos.
¿Dónde estás?
Adentro parece como si el corazón
implosionara mil veces.
Afuera parece como si
multitudes de caballos se acercaran.
Ven a mí.
Despierta los gritos
que duermen en las gargantas.
Haz aflorar las pasiones…
Desnuda los sentimientos en carne viva.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
que seas mi Dios.
Levantarte un altar y llenarme de ti
Ser feliz…
¡Prodigiosa blasfemia!
Degustando las aristas de la miseria,
r e s p i r a
a escasos centímetros del paupérrimo lodo.
Ay, ni mi diosito permita que
le flaqueen las fuerzas
para poder sostener
la cabeza sobre la almohadatronco improvisada
que lo separa del barro.
Vive la humedad de las sábanas...
Diarios y cartones
que exudan sus penas de alcohol y tinta.
Una colilla irreverente
se ensaña con su rostro,
ilícitamente le roba un par de pitadas.
Agradece íntimamente al
descuidado fumador,
acachuchero irrespetuoso
diluido en el humo de los tiempos.
La bendición del cielo cesa,
los haces de luz se pierden
en el i n f i n i t o,
los truenos se acallan,
la ciudad duerme...
El silencio tras la tormenta
es un arco iris profundo, inmóvil.
Tanta quietud no es incómoda
pero perturba por lo desacostumbrada.
¡Cuánta soledad! ¡Cuánto olvido!
Intenta dormir.
No siente frío.
Pero
las miradas que no ven
le calan los huesos.
Rostros informes que van de aquí para allá. Risas, muecas, llantos, marasmo en el alma. Al otro lado del mundo cadáveres sin rostro deambulan entre los escombros de un universo amarillo que ya no es. El agua los cubre como un manto tratando de abrigar tanto dolor.
Los noticieros venden la primicia entre realitys y telenovelas, allá la nieve sigue cayendo…
Aquí los rostros continúan su derrotero, sin inmutarse, con las conciencias tranquilas, con las almas huecas, con un medidor cualicuantitativo de lo que sueltan sus bolsillos.
Afilaré mi lengua y mis uñas para hacerle justicia a tanto sufrimiento.
Ying y yang sin armonía. Negrura. Oscuridad. En el medio de la nada lo comprendí, Dios perdona a los niños por su inocente ignorancia o tal vez por su ignorante inocencia; perdona a los locos por su delirio cargado de desconocimiento; perdona a los muertos porque nada pueden hacer, pero no existe un dispositivo en este mundo o en cualquier otro que lo obligue a perdonar la atroz insensibilidad de aquellos que se llaman normales.
La desidia se adueñó de sus cuerpos y los dejó vacíos de sentimientos. Son simples envases de los que han huido las almas. Una fotografía de la indiferencia plasmada en nuestras pupilas y reflejada en nuestros rostros.
Rostros informes que van de aquí para allá. Risas, muecas, llantos, marasmo en el alma.
El último tic del reloj
no llegó a ser tac.
Una gota de rocío
quedó pendiendo de una telaraña.
Mi respiración se trepó a la cornisa y
de allí se lanzó en
p
i
c
a
d
a.
La noche se vació de estrellas.
Mis párpados se enemistaron.
El sauce dejó de llorar.
El invierno de pronto fue verano.
El olmo se transformó en peral.
Se me desgranaron los ocasos...
El trigal se opacó, se cosecharon los silencios
El sol vistióse de luto, murieron los girasoles...
Agujas asimétricas
se clavaron en todo mi cuerpo
con espasmos de placer.
El trino de las aves
se alejó aleteando dejándolas silenciosas...
Las vocales huyeron de las palabras que
amontonaron consonantes en mi garganta.
Una musa
se paseó desnuda
sin llamar la atención.
Morí y nací dos veces.
Todo, absolutamente todo...
pasó la primera vez
que me ví,
reflejada
en tus ojos.