sábado, 22 de enero de 2022

Naturaleza y justicia

 

       Quiso huir y sus pies se clavaron en el suelo. Fue una extraña sensación, cuanto más pensaba en alejarse más se aferraban sus dedos y sentía que de ellos, lentamente, surgían raíces que se hundían en la tierra.

 

No quería estar junto a su esposo. Le hervía la sangre que ya no era. Era savia que fluía por las heridas. Sentía que su piel, erosionada por los golpes se endurecía y se volvía corteza, y el cuerpo, tronco y los brazos, ramas.

 

Cansado de golpearla, el hombre cayó rendido a su sombra. Lentamente ella, dejó que sus raíces se aflojaran. Nunca volvieron a ver a la mujer. Nadie volvió a saber de ella. Todos se preguntaban qué habría sucedido con la esposa cuando aquella mañana, la tormenta en su furia volteó aquel árbol y hallaron el cuerpo del abusador debajo.

lunes, 17 de enero de 2022

El laberinto del Ángel

 


        ¡Ay de mí! El laberinto parece no tener fin, vuelvo a girar a la izquierda y... No hay salida.

 

           Por momentos oigo gritos distantes pidiendo ayuda. En otras oportunidades las voces están tan cercanas que pienso que voy a chocar con alguien en cualquier recodo, pero no. Sigo mi lenta recorrida por esos pasillos que giran ora derecha ora izquierda.

 

        Llego a un pequeño lugar, allí el sendero que seguía se divide en tres ¿y ahora? Espero un minuto, dos, cinco. Al ver que nada sucede elijo uno de los caminos y prosigo ese extraño derrotero por aquel interminable laberinto.

 

        Años después un hombre llega al lugar exacto en el que me quedé parada aquella vez. Espera un minuto, dos, cinco y un extraño y maravilloso aroma llega hasta él. Decide seguirlo e ingresa con esperanza por el mismo pasillo que yo recorriera hace tanto, tanto tiempo.   

         

        En ese preciso instante todas las dudas obtienen respuestas. Cuando ya ni siquiera soy un recuerdo, mi esencia permanece. Hay de mí un halo misterioso de esperanza  que lo guiará en el devenir de la vida. 


domingo, 16 de enero de 2022

Respuestas Retóricas

   


         Adriana caminaba por la peatonal con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha. Reflexionaba sobre su vida, el futuro, sus deseos… Nada tenía sentido. Demasiadas ilusiones que quedaron en la nada, sueños que sólo fueron eso, sueños… siempre luchar por algo mejor ¿para qué? Tenía en su mente un millón de preguntas sin respuestas.

 

        Preguntas retóricas en un mundo vacío. Tan ensimismada se encontraba que no percibió los movimientos, no sintió los gritos, ni notó a la gente que corría y se echaba en el piso. Se detuvo, levantó la mirada y los vio, a su derecha la policía y a la izquierda los perpetradores. El tiroteo en su apogeo.

 

        El primer disparo le quemó una pierna, el siguiente atravesó su pecho. Inclinó su cabeza y vio la rosa roja que crecía en su blusa blanca. Comenzó a caer lentamente como en una película de Hitchcock. Sus rodillas golpearon contra el piso, su cabeza se fue hacia atrás, su mirada quedó clavada en una nube con forma de corazón. En ese instante, con el último suspiro en los labios, sonrió y obtuvo todas las respuestas.