sábado, 22 de enero de 2022

Naturaleza y justicia

 

       Quiso huir y sus pies se clavaron en el suelo. Fue una extraña sensación, cuanto más pensaba en alejarse más se aferraban sus dedos y sentía que de ellos, lentamente, surgían raíces que se hundían en la tierra.

 

No quería estar junto a su esposo. Le hervía la sangre que ya no era. Era savia que fluía por las heridas. Sentía que su piel, erosionada por los golpes se endurecía y se volvía corteza, y el cuerpo, tronco y los brazos, ramas.

 

Cansado de golpearla, el hombre cayó rendido a su sombra. Lentamente ella, dejó que sus raíces se aflojaran. Nunca volvieron a ver a la mujer. Nadie volvió a saber de ella. Todos se preguntaban qué habría sucedido con la esposa cuando aquella mañana, la tormenta en su furia volteó aquel árbol y hallaron el cuerpo del abusador debajo.

1 comentario:

María Emma dijo...

Publicado en el libro: El escritor y sus laberintos de Editorial Dunken